REFLEXIONES FEMINISTAS

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Por Tessa Galeana

Las agresiones sexuales hacia niñas, niños, adolescentes y mujeres adultas son, la mayoría de las veces, perpetuadas por familiares o personas cercanas a la familia. Los hombres ejercen su poder a través de las violaciones y acoso sexual, herramienta como castigo y corrección en muchos casos. La cultura de la violación adoctrina de tal manera, que no permite llamarle violación a una violación, que normaliza y evita cuestionar las agresiones sexuales y el acoso.

En México, no existe una cifra real sobre violaciones y acoso sexual, pues al no haber confianza en las instituciones solo el 2% acude a denunciar. Según el INEGI, se calcula una tasa de violación de 1,764 por cada 100 mil denuncias; 5 mil de cada 100 mil sufren tocamientos. De estos casos, solo se denuncian alrededor de 100, de los cuales solo 10 van a juicio y, si bien va, 1 llega a condena. Es decir, que en nuestro país existe impunidad del 99% y la cifra sigue en aumento y, qué decir de las denuncias que no se han hecho, ni se harán porque las mujeres son coaccionadas para no llevarlas a cabo.

Las violaciones son solapadas por las familias, pues se cree que al tener vínculos consanguíneos, se está obligada a callar y comprender al agresor, quien la mayoría de las veces niega el delito. 7 de cada 10 familias mexicanas, solapan a los violadores, mientras que las mujeres, siendo ultrajadas desde niñas, callan los sucesos y es en la edad adulta cuando pueden externar lo vivido. Si un infante llega a hablar, respecto a las agresiones sexuales, es tildada/o de mentirosa/o, se le niega toda credibilidad porque el adultocentrismo es ejercido de tal manera que pareciera que las infancias solo fantasean y confunden actos “indefensos”, como los tocamientos mal intencionados.

Las agresiones sexuales se pueden dar en cualquier sitio, la casa, el trabajo, el transporte público, parques, baños, hospitales. Historias de mujeres evidenciando a hombres que se masturban frente a ellas en el transporte público, hombres que acosaron antes de ejercer la violación. El acoso es el inicio de toda violación, los hombres comienzan con miradas lascivas, frases de contenido sexual, incluso, en redes sociales, existe la violencia digital con enfoque sexual, los hombres, han encontrado en el Internet una forma de ejercer el acoso, a través de comentarios cargados de amenazas, con intenciones morbosas y sexuales. Los tocamientos son agresiones sexuales que tampoco son castigadas, pues al no haber ejercido una agresión física que deje secuelas en la víctima, no es generador de un castigo para quienes ejercen este tipo de agresión y son las mujeres quienes son tildadas de locas, exageradas y mentirosas que alucinan.

La cosificación de la mujer es también violencia sexual, ya que el cuerpo de las mujeres es visto como objeto sexualizado, la publicidad en los medios está plagada de mensajes con mujeres desnudas, mostrando partes del cuerpo que son tomadas como símbolos sexuales, como los senos. Las mujeres son mostradas con ropa mínima y así es como los hombres han creído que el cuerpo de la mujer puede ser usable y desechable.  

En el noviazgo y matrimonio, también se dan las violaciones, pero no son tomadas como tal, pues al ser el agresor el novio o el esposo, se cree que no puede existir una violación, pues para el sistema hetero-patriarcal, el hombre es dueño y la mujer es objeto de control. Sin embargo, una violación es aquella que es ejercida sin el consentimiento de la mujer, porque pareciera que las mujeres debemos estar dispuestas, todo el tiempo, para los deseos del hombre, cuando él quiere, en donde él quiera, de lo contrario se tacha a la mujer de no “hacer bien su trabajo” como esposa o novia. Este tipo de agresión sexual no es algo que se visibilice, por aquello del contrato matrimonial y en el caso del noviazgo, porque se tiene un compromiso y es muy difícil que se le de credibilidad a la parte de “no dar consentimiento”.

Muchos de los casos denunciados de violaciones multitudinarias, han sido acallados, jueces y juezas con nula perspectiva de género y basados en lógicas absurdas, han liberado a muchos de los agresores. Actualmente se les denomina “Manadas” a los grupos de hombres que violan a jóvenes sin su consentimiento; en esos casos es tomado en cuenta si la víctima estaba alcoholizada, si lubricó, si gozó, como si eso fuera lo que les hace consentir a los hombres el ejercer el poder sobre las mujeres, ejerciendo el sistema falocentrista que les da privilegio en este sistema patriarcal.

Infinidad de mujeres que han tenido que resolver sus situaciones emocionales de una manera solitaria, porque las personas que estuvieron en posición de creerles, en su momento, no lo hicieron. Algunas otras, después de denunciar, son revictimizadas y culpadas por la vestimenta que usan, por la forma de caminar, porque se encontraban en una fiesta, con personas que creían eran de su confianza y que fueron invadidas, cuando no lo deseaban; adolescentes que fueron drogadas para quedar inconscientes y ser ultrajadas, para después también ser culpadas, por intentar divertirse, sin esperar una violación sexual.

Dentro de la violencia sexual, también se encuentra bien integrada la industria pornográfica, creada por hombres para beneplácito de hombres; niñas, niños, adolescentes y mujeres jóvenes, son privadas/os de su libertad para ser “usadas/os” como objeto de placer para hombres con dinero. El sistema capitalista ha implantado muy bien la ideología de la violación a través de esta industria y poder visibilizarla ha acarreado condenas a las mujeres que han querido abolirla; mujeres que han podido salir de ella, ahora son vistas como mentirosas, pues en un video parecía que disfrutaban. Tan normalizada está la industria, que no cuestionan la veracidad de un material audiovisual, que bien puede ser editado y mostrar lo que el “cineasta” quiere y desea mostrar.

Hasta el cansancio y el hartazgo seguiremos diciendo que no somos las mujeres quienes somos culpables de ser violentadas, no es nuestra ropa, no es que nos alcoholicemos, no es que no nos demos a respetar, son los hombres a quienes se les ha educado con una cultura de violación bien integrada; no es el instinto, no es la naturaleza, los hombres violan y asesinan porque el Estado sigue solapando sus acciones, les sigue indicando que no pasa nada, que hagan lo que hagan, no obtendrán un castigo.

Las  mujeres no disfrutamos cuando un hombre nos obliga a tener sexo, no nos gusta que toquen nuestro cuerpo sin consentimiento, no nos alcoholizamos para que un hombre se complazca, no nos desnudamos en las marchas para incitar a nadie. Las mujeres no nos vestimos con escotes o minifaldas para que los hombres nos acosen en las calles, no damos señales entre palabras, NO ES NO.

Las violencias machistas nos están haciendo organizarnos y por eso, rumbo al 25N, somos nosotras quienes exigimos la eliminación de la violencia contra nosotras. Basta de educar niños con la cultura de la violación.

Nov 22, 2019 | Feminismo Radical

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