REFLEXIONES FEMINISTAS

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Disney: Tantita madre

De un tiempo para acá, Disney ha cambiado su narrativa proponiendo personajes femeninos autónomos, tridimensionales, con sueños y con hambre de libertad. Ya no tienen como finalidad un ” y vivieron felices para siempre” junto a su “príncipe azul” y eso me parece maravilloso. Además, estas nuevas historias las protagonizan niñas fuertes, listas, de distintas latitudes, mostrando diversas culturas, realidades y formas de ser.

Hasta ahí todo va bien, pero en eso vi un tweet y algo me hizo click, pues en este enfoque moderno y “con gafas violeta” han quitado la figura de la madrastra malvada para -al parecer- cambiarla por la abuela o la madre que sigue generando dolor y conflicto a los personajes de la historia.

El linaje materno según Disney: Muerta, irrelevante o malvada

Si algo es una constante desde la primera película animada de Disney y prácticamente en todas las que figura una protagonista, es la ausencia de la madre por muerte u omisión y la figura materna, encarnada mayormente en madrastras, es el de una mujer tan mala como pegarle a un perro.

Tenemos a las huérfanas de padre (del que por lo menos se sabe cómo murió) y madre (de la que no sabemos nada) que quedan al cuidado de la malvada madrastra, como Blancanieves (1933) o Cenicienta (1951). Incluso Rapunzel (2010), que no era huérfana, pero sí fue separada de sus padres.

A las que no tienen madre pero sí un padre amoroso y relevante en la historia como Ariel (La Sirenita, 1989), Bella (La Bella y la Bestia, 1991), Pocahontas (1995), Jazmín (Aladdín, 1992) o Raya (2021).

A las que tienen padre y madre, pero la madre es completamente irrelevante en la historia, muchas veces ni su nombre se sabe, como Mérida (Valiente, 2012), Moana (2016), Tiana (La princesa y el sapo, 2009) o Mulán (1998).

Sólo como dato complementario: Las figuras maternas presentes, relevantes y amorosas existen en el universo de Disney, pero son madres de hombres como en Tarzán (1999), Tierra de osos (2003), El rey león (1994) o Dumbo (1941).

De 1933 a la fecha no he encontrado películas animadas de Disney donde la madre sea importante o haga un papel de confidente y amiga de la protagonista, que sea resolutiva y no conflictiva. Tal vez pudiera ser en Encanto, pero de nuevo el linaje materno sale arrastrado en el personaje de la abuela.

Las villanas y los villanos

Otra cosa que me llama la atención, ya más clavada en el tema, es el contraste en las motivaciones de las villanas y villanos para ser malos: Mientras ellas alimentan la enemistad histórica entre mujeres con competencias y envidias, ellos buscan poder y capital político a como dé lugar.

Hades, Scar, Jafar, Shan Yu, Hans, Facilier, Gastón… sus motivaciones son el poder, el trono, el reino, el país, el Olimpo. Maléfica, Cruella, Lady Tremaine, Reina Grimhilde… sus motivaciones son la vanidad, la belleza, la juventud.

La única excepción a la regla pudiera ser Úrsula, que buscaba el tridente y por tanto el poder del reino del océano, pero de nuevo capitaliza la sexualidad y el atractivo físico de las mujeres; como cuando se convierte en una mujer guapa y delgada para lastimar a Ariel a través de un hombre.

Además, ¿soy yo o son muchas más las mujeres malvadas en las historias de Disney y normalmente tienen una relación cercana a las protagonistas? Es decir, los villanos están enfocados en obtener el poder y eso atraviesa a las figuras de poder -que son mayormente hombres- siendo lejanos a las mujeres de la historia y lo común es que las instrumentalicen para dar con el objetivo verdadero. Para ellos son un medio, no un fin.

La reivindicación de las mujeres malas

En los live actions están presentando un refrescamiento a las figuras de antaño, como el origen de Maléfica (2014) o Cruella (2021) donde nos presentan mujeres con historia, desarrollo, motivaciones y una psicología del personaje que las pinta como humanas y hasta anti-heroínas.

Bajo una línea similar me parece que están Alma Madrigal (Encanto, 2021), Elena Rivera (Coco, 2017) o Ming Lee (Red, 2022), que si bien no son villanas, son mujeres proyectadas como el eje del problema en la historia. Son mujeres con heridas, como todas, pero en quienes se centra la raíz del conflicto y donde poco se profundiza en la causa de la herida.

No es coincidencia que las tres sean la representación de mujeres que han tenido que sacar adelante a su familia prácticamente solas -lo que los rancios entienden como un “matriarcado”- como tampoco es coincidencia que los países en los que se desarrollan esas historias (México, Colombia y China) sean especialmente machistas y por eso tampoco es coincidencia que las relacionemos con mujeres de nuestro entorno desde nuestro contexto.

Sólo en México, la tercera parte del englobado de las familias en el país son sostenidas por mujeres sin participación de un hombre, claro que encontraremos cercana una historia que retrata a una abuela-madre -como lo son millones- o madres que revientan en preocupaciones y presiones que los mandatos patriarcales les ponen encima.

La dicotomía patriarcal

Para el patriarcado siempre habrá formas de identificar a una buena mujer y una mala mujer. Así hemos navegado desde que el mundo es mundo entre las etiquetas de putas, santas, irracionales, “niñas bien”, histéricas, urgidas, amargadas, frígidas, quedadas… y creo que aún con sus mensajes progresistas, Disney sigue planteando esta dinámica.

Las “buenas” solían ser mujeres dóciles, sumisas e indefensas en la búsqueda del amor verdadero o un hombre que las libere de sus males, cantando con animales en completa perfección; ahora son chicas rebeldes (lo cual celebro) que buscan encontrar su identidad, un plan de vida y libertad por ellas mismas, cantando con animales siendo maravillosamente imperfectas.

Me hace ruido que las “malas” sigan siendo mujeres adultas que resultan ser crueles de alguna forma, con las notables excepciones de unas pocas abuelas que son retratadas como las locas que algo tienen de sabias, como la abuela de Mulán, Pocahontas o Moana y aunque estas mujeres son increíbles, en un englobado me quedan a deber más figuras maternas que reciban y den admiración, complicidad y amor -sin que este sea una enseñanza a través del dolor- para las jóvenes protagonistas. Eso que normalmente proyectan en sus padres.

Estas abuelas -que no son muy respetadas socialmente- creen en las chicas, en sus sueños, en su potencial y es por esto que acuden a ellas para buscar guía y consejo, porque crean una relación forjada en la confianza y un canal de comunicación genuino, construyendo un amor muy profundo y puro, mientras que al pueblo entero o su propia familia les parece tonto escucharlas a ambas. Me recuerdan a los sueños de libertad que a muchas de nosotras nos compartieron nuestras abuelas.

¿Será posible ver en la pantalla una relación a la que podamos aspirar tener con nuestras madres o que nos inspire a ser esa madre para nuestras hijas? ¿Será que Disney esté dispuesto a resolver los problemas que claramente tiene con sus madres para brindarnos eso? Espero que sí, esperando también se comprenda que la finalidad de lo que expongo no es la búsqueda de una madre perfecta, sino de una a la que le hagan un poco más de justicia.

Redefiniendo la maternidad

En lo personal, algo que ha ayudado mucho a sanar la relación con mi mamá y a trabajar en la relación que quiero tener con mi hija, es hacer la labor titánica de destruir el pedestal de madre que el patriarcado ha creado para nosotras y “bajarnos” al nivel humano, ese que tiene días buenos y malos, que comete errores, que se enoja, se frustra y es normal. Una vez ahí, equilibrarnos y ponernos a la misma altura, al nivel de mujer y así comprender dolencias, reconocernos entre nosotras y poder ver las heridas patriarcales que cargamos para sanarlas.

El pedestal de madre es una de las cosas más crueles que ha elaborado el sistema patriarcal, donde el enaltecimiento de la madre solo sirve como vara de castigo, donde la madre es una santa pero a nadie le importa realmente, donde todo el tiempo sentimos que estamos fallando porque existe una sociedad vigilante y juzgona en uno de los espacios más complejos e íntimos de una mujer: La crianza.

La crianza es un camino solitario, de mucha exigencia, de poca valoración y reconocimiento. Las mujeres formamos al mundo entero, muchas veces solas, muchas veces sumidas en la pobreza, muchas veces sobándonos el lomo entre miles de tareas que se espera hagamos por vocación y convicción en nombre del amor y sin esperar nada a cambio… ni siquiera un gracias.

Las mujeres venimos muy lastimadas, pero desde nuestra maravillosa capacidad creadora estamos también inventando otra maternidad, una sin precedentes, entre el acierto y el error con base en la experiencia universal compartida de ser madres y la experiencia individual que nos da nuestro contexto. Tal vez por eso me choca tanto darme cuenta de estos modelos de madres -entre ausentes y crueles- que Disney maneja, porque como he dicho en entradas anteriores, esto nos socializa y es una deuda histórica dejar de condenar a las madres en cualquier narrativa.

Maternidad sin reglas pero con guías

Las reglas patriarcales de lo que es una buena madre, no sólo necesitan sino que urgen ser abolidas, empezando por la vieja creencia de que nadie debe meterse en nuestra maternidad, pues considero nos ha jugado en contra, como cada trampa patriarcal. Debemos colectivizar la maternidad, debemos perder el miedo a hablar del lado oscuro, debemos hacerle saber a otras que no están solas cuando la culpa llega, cuando lloran en silencio, cuando se sienten atrapadas o cuando aparecen pensamientos intrusivos imaginando otra vida, lejos de este rol tan dañino.

Debo reconocer que me falta mucho por investigar en títulos sobre crianza y maternidad desde una perspectiva feminista, pero afortunadamente tengo recomendaciones que pudieran servirles a las madres y a las que no son madres para ahondar sobre estos temas, afinar nuestra mirada crítica y empezar a cobrar facturas de lo que se nos queda a deber.

“Mamá desobediente: Una mirada feminista a la maternidad” por Esther Vivas, “Por tu propio bien: Raíces de la violencia en la educación del niño” por Alice Miller, “La maternidad y el encuentro con la propia sombra: Una mirada novedosa a los conflictos que supone la maternidad” por Laura Gutman y “Lo mejor eres tú: Un libro para todas las mamás” por Jaione Yabar.

Mar 18, 2022 | Feminismo | 2 Comentarios

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