Por Tessa Galeana
El mito del amor romántico, encierra innumerables acciones de control, es un amor patriarcal, sin embargo, el amor como tal es romántico, es un sentimiento que deviene de una emoción y no de una acción.
Este tipo de amor nos lo insertan desde que nacemos, nos hacen creer que el amor duele, que si no amamos entonces dañamos, que se debe actuar en pos del amor, que se debe soportar todo. Nos enseñan a mirar el amor como una forma de control, de sumisión y de ejercer el poder sobre el otro o la otra.
Las acciones violentas se van solapando, se van tolerando en nombre del amor, de ese amor insano que nos hacen aprender. En el heteropatriarcado, a las mujeres nos enseñan a replicar ese amor porque es nuestro deber amar, aunque no seamos amadas. A los hombres, les enseñan a pedir ese amor porque lo merecen, porque lo valen y es, justamente, lo que provoca las relaciones violentas.
Debido a que tenemos el constructo de un amor destructivo y negativo, es que muchas mujeres son violentadas, agredidas, asesinadas. Los medios de comunicación influyen mucho en estas acciones, la programación se va orientando hacia la romantización del amor, es decir, se justifican acciones violentas a través del amor. Telenovelas en donde, en apariencia, está bien golpear a una mujer por amor y decir: “lo hice por amor”. Titulares que se leen: “Lo hizo por amor”, “la amaba mucho y no soportó perderla, le quitó la vida”. Películas en las que está bien violar a una mujer, controlar sus vestimentas, sus palabras, sus acciones en general y todo en pos de seguir “haciendo arte”.
El romanticismo se va distorsionando, de tal manera que las mujeres son siempre quienes terminan violentadas, en todo el espectro de violencia conocido. Todo eso, es el reflejo de una sociedad androcentrista, que dedica cada mensaje a reconocer a los hombres como los únicos dueños del amor patriarcal.
El amor no mata, lo que mata es el constructo patriarcal sobre éste. El amor verdaderamente libre es aquel que te permite ser tu misma, que te llena vacíos que no puedes cubrir por sí sola. Se puede elegir a quién amar y a quién no.
Amar no es difícil, lo verdaderamente difícil, es permanecer con la libertad de ser, porque solemos idealizar y poner a las personas en pedestales. El amor libre no es amar a cualquiera, también es selectivo y no se le debe amar por las acciones que lleve a cabo la pareja, como dar un obsequio después de violentar, sino a través de que nos permita ser nosotras mismas, sin coaccionarnos y manipularnos por amor.
Apostemos por amores libres, leales y que nos llenen el alma y el corazón.