Por Tessa Galeana
Las madres son un grupo demasiado estigmatizado en la sociedad patriarcal, son atacadas porque se les confiere la obligación de educar y criar a quienes formarán parte de la sociedad y que seguirán replicando los constructos a los que se obliga como norma y regla. Son culpadas, criticadas, juzgadas, responsabilizadas cuando las crías no cumplen con los estándares obligatorios, si salen “malcriadas/os”, como sí solo la madre fuera la única que puede imponer educación ante ellas y ellos.
Sin embargo, los tiempos van cambiando, son cada vez más mujeres quienes prefieren educar fuera del sistema obligatorio, madres feministas están decidiendo nuevas formas de educar, fuera de roles de género, de constructos patriarcales, las niñas y niños están creciendo con la erradicación del machismo. Las niñas están siendo educadas de tal manera que se les permite comprender las violencias, se les enseña a comprender su cuerpo, a entender que no deben ser invadidas físicamente, se les está enseñando a no guardar silencio. A los niños, se les está enseñando a comprender sus privilegios como varones, a no mirar a las niñas como objetos, a no sexualizar los cuerpos, a no perpetuar acciones machistas, misóginas, se les enseña a respetar el cuerpo de las niñas y mujeres.

En este sentido, la maternidad está actuándose de una manera más radical y esto conlleva, precisamente, a no encajar en la sociedad, a ser consideradas las “malas madres”, término que se ha venido re-significando y sirve como reivindicación, porque siempre se quiere contraponer lo bueno y lo malo, como si de eso dependiera la perfección del ser humano.
La maternidad también ha necesitado politizarse, dejar de estar en las sombras, dejar de ejercerse en silencio y como método esclavizante. La maternidad merece ser molesta, subversiva, disidente para que ya sea tomada en cuenta como una lucha de mujeres que están preocupadas por educar de una manera distinta y por dejar hijas e hijos propios de un nuevo orden social.
La culpa siempre ha recaído en la mujer, sobre todo cuando se trata de hacerla responsable por las agresiones de otras personas, en este caso, dependiendo del supuesto éxito que tengan o no las hijas e hijos, si son hijas e hijos de bien o no, porque mujeres y siempre culpables de educar bien o mal. No, las madres no son culpables, porque a ninguna mujer le enseñan a ser madre, porque es una falacia el “instinto materno”, lo que le enseñan es a comportarse como la madre abnegada, aquella mujer que se quedaba hasta el final para comer, aquella mujer que atendía a las crías sin permiso siquiera para enfermarse, aquella madre que no tiene un momento de descanso porque las crías están enfermas, la que comía las sobras, porque no le daba tiempo para llevar a las crías a la escuela, aquella que se levanta primero porque hay que preparar el desayuno mientras duermen las y los demás. Aquella mujer que llora en silencio, que se estresa y no puede decirlo, que se cansa y no puede pedir descanso, porque la educaron para ser un robot humano.
El feminismo ha ayudado a que las mujeres desaprendan aquello que aprendieron muy bien, porque las madres son un sector que ha necesitado salir de las sombras, de la marginación. Son ellas quienes también están habidas de exigencias, de visibilizar las problemáticas, de reivindicarse como mujeres, de mostrarse como seres humanas, que sienten y piensan, eso les ha dado el feminismo a las madres.
Quienes ya son madres subversivas, modificaron su andar, porque les importa su ser mujer, porque les importa cambiar al mundo a través de sus acciones de crianza, con nuevos pensamientos, saliendo del adoctrinamiento político-religioso-patriarcal. Ahora han entendiendo que no son lo que son a partir de lo que logren las hijas e hijos, las “malas madres” salen a las calles a gritar consignas, también exigen sus derechos, comparten sus espacios con otras madres, en tribu, gestionan actividades para ellas, porque su accionar ha sido fundamental para ser notadas y entendidas.
No más madres abnegadas y laceradas por la obligatoriedad, si seremos madres, lo seremos a nuestro modo y en nuestros tiempos.
¡Bienvenidas al Club de “Las Malas Madres”!
