Por Tessa Galeana
El escarnio social hacia las mujeres es el método eficaz que usa el Estado a través de los medios de comunicación para revictimizarnos. Las casualidades no existen, se llegan a orquestar casos en los que supuestamente las autoridades se comprometen a resolverlos, tomando en cuenta los sucesos que se presentan en el momento. Esto, a manera de generar cortinas de humo, que bien sirven para que se señale y se juzgue duramente los movimientos.

El movimiento feminista en México, no es la excepción, desde la violación que perpetuaron cuatro policías a una chica menor de edad en CdMx, se han venido haciendo protestas para visibilizar la inseguridad en la ciudad, la ineficacia y podredumbre al interior de las instancias, así como la mentalidad machista y misógina de las funcionarias, quienes siguen en el afán de tratar a las mujeres no como sus pares, sino como sus enemigas, con tal de permanecer en su posición de privilegio clasista y aliadas del sistema que nos oprime a todas.
Las movilizaciones en todo el país han permitido que muchos de los agresores en escuelas públicas, instancias de gobierno, dentro de las familias y en las calles, comiencen a ser visibilizados, mostrando la ineficacia de las autoridades por frenar las agresiones, que son nombradas por grupos feministas desde la popularidad. El Estado está siendo señalado por las víctimas y eso, al parecer, no les está gustando.

Es así, que han necesitado hacer uso de los medios de comunicación, para maquillar los casos, las estadísticas y sobre todo, el supuesto compromiso que tienen para con las mujeres; concentrando las acciones en manipular a la sociedad, ejerciendo el poder sobre las mentes, para que se desvíe la atención y se siga creyendo que el movimiento feminista no tiene sentido y que las mujeres son las únicas culpables de sus asesinatos, violaciones, acoso, maltrato y además de ser “vándalas”, violentas y poco mesuradas para visibilizar las agresiones.
México ocupa el primer lugar en feminicidios en América Latina (INEGI), en embarazos en adolescentes y en delitos de abuso sexual infantil a nivel mundial (OCDE). Datos preocupantes, que el Estado se niega a reconocer y prefiere crear falacias de casos hechos para desacreditar las protestas.
A consecuencia de las marchas del 25N, para exigir al Estado una verdadera intervención para erradicar la violencia hacia las mujeres, que se castigue a los feminicidas y de los performances realizados para visibilizar las violaciones de las que somos objeto, con la propuesta de las chilenas LasTesis, “Un Violador en tu camino”, la sociedad queda completamente preocupada por las paredes pintadas, los monumentos históricos “dañados”, porque es más fácil girar la mirada hacia el pasado, lo que supuestamente nos dio “patria”, que comprender las agresiones normalizadas hacia las mujeres.

El caso de Karen Espíndola, no es más que una muestra de lo que el Estado puede orquestar con los medios de comunicación, que lo único que demuestra es la unión de las mujeres feministas, que no nos interesa si estaba “borracha”, disfrutando en un bar, acompañada de un hombre y que sigue demostrando que el Estado, a través de sus funcionarias y funcionarios, en compañía de comunicadores, pueden manipular la información a su antojo. Como dije, no hay casualidades, las preguntas que deberían responder son: ¿por qué exclusivamente el caso de Karen tuvo el seguimiento abiertamente por las autoridades? ¿Por qué se le dio fórum en programas de televisión de alto rating? ¿Por qué solamente el padre y el hermano fueron quienes hablaron al respecto? ¿Por qué no había perfil de Karen en redes sociales? ¿Por qué nunca salió a dar declaraciones la madre?
Casualmente, solo una fotografía de ella aparece en redes, la única con la que se han estado haciendo notas al respecto, además, fue inmediata la intervención de las autoridades para “conseguir” los videos del bar, como si se tratara de la primera y única mujer desaparecida y con alerta de búsqueda. En un país que sostiene una cifra de 10 mujeres asesinadas y desaparecidas al día, sintieron la necesidad de enfocarse en un solo caso, el de Karen Espíndola.

A consecuencia de esto, salió a relucir la violencia machista que el hermano de Karen ejerció hacia una chica, a quien golpeó y agredió verbalmente; un hombre presentado como el más preocupado por la desaparición de su hermana, nada congruente. No es de sorprender que él ahora se defienda, justificando la denuncia en su contra, deslindándose de las agresiones, echando la culpa a la mujer que lo denuncia. Además, es acusado de ser violento por compañeras de facultad.
Tampoco es una casualidad que Karen haya salido a dar una disculpa pública, con la misma blusa con la que fue identificada en las fotos, que su rostro se vea totalmente distinto en cada fotografía, que en todas ellas aparezca con la misma blusa, una y otra vez, porque así es como se ejerce el poder de los medios de comunicación, implantando el mensaje subliminal, a través de elementos grabables para la mente.
Y por si fuera poco, la sociedad pide un castigo para ella, porque bueno, tal vez si hubiera aparecido muerta hubiera sido mejor, así no tendrían que preocuparse por una asesinada más, no tendrían que ver más marchas y más señalamiento del movimiento feminista hacia las instituciones que no hacen nada; porque mostrar un caso donde una mujer “miente”, engloba todos los casos de desaparición y así, se expían culpas y se lavan las manos, con el mismo argumento que el patriarcado se ha encargado de posicionar en contra de las feministas, sobre que estamos locas, desquiciadas y dementes.

Por último, cabe señalar, que el medio de comunicación televisivo que se encargó de difundir su supuesta labor periodística de forma “verás”, está provocando que haya más confusión, ya que en el video que crearon para mostrar la crónica de hechos sobre Karen Espíndola, erraron al mostrar un cartel, con fecha del 4 de Junio de 2019, de Karen Sánchez Hernández, quien hasta este momento sigue sin ser localizada. Entonces, ¿las autoridades están haciendo su trabajo o no? ¿Hay manipulación mediática o no?