Por Tessa Galeana
El movimiento feminista en México, actualmente, se ha convertido en el dolor de cabeza para instituciones y sociedad patriarcalizada. Sin embargo, el feminismo es una ideología, que se convierte en un estilo de vida, que conlleva a erradicar muchas prácticas machistas y misóginas; ser feministas nos da una visión distinta, nos permite entender las violencias que son normalizadas, que se siguen ejecutando y que conviene al patriarcado seguir fomentando para seguir prevaleciendo como sistema androcentrista.
El feminismo nos ha dado lo que el patriarcado nunca nos ha querido dar y es, precisamente, una posición en la sociedad; las mujeres hemos tenido que unirnos en un movimiento que permita visibilizar todas las agresiones y opresiones de las que somos víctimas. A muchas de nosotras, el feminismo nos ha permitido desvincularnos de personas violentas, que a simple vista pareciera que es normal su comportamiento, sin embargo, no lo es.
Los hechos recientes, han permitido descubrir que quienes nos asumimos feministas, estamos más expuestas a recibir agresiones, no solo de hombres, sino también de mujeres que aún se encuentran aliadas al sistema que las oprime. Entendemos que no es fácil, pues practicar el feminismo implica hacer enojar a quienes aún persiguen las reglas establecidas por el patriarcado. Las colectivas feministas somos quienes necesitamos organizarnos para exigir justicia, respeto y que se nos abran espacios de los que somos merecedoras.
Las mujeres podemos tener posiciones de liderazgo, tenemos capacidad de ejercer carreras que antes eran consideradas exclusivas de hombres y también podemos repeler toda la violencia, no tenemos la obligación de seguir soportando malos tratos, no podemos tener una sonrisa siempre y mucho menos ser unas “damitas”, que lo único que conduce es a complacer al sistema androcentrista, con conductas estereotipadas sobre lo que es ser una mujer en el patriarcado.
Es por eso que nosotras hemos podido hacernos notar, porque no hay maneras “sensibles” para elevar nuestra voz. En estas fechas festivas, en que parece que las violencias se olvidan, muchos de los agresores sexuales son solapados por las familias, las violencias físicas, psicológicas, económicas y sexuales se siguen perpetuando, ya sea por padres, hermanos, esposos o novios, nunca hay una fecha verdaderamente honesta en la que no existan pues los agresores siguen en espacios que nosotras frecuentamos.
El feminismo nos permite entender que estemos donde estemos, no merecemos vivir violencias y mucho menos tenemos que seguir formando parte de ese solapamiento. Cenas, compartencias y todo en aras de seguir fomentando los vínculos consanguíneos, porque al tener ese vínculo, se cree que es nuestro deber “perdonar” y avanzar.
No, nosotras existimos porque resistimos, porque es la única manera en que podremos sobrevivir los embates de este sistema que no quiere permitirnos visibilizar las violencias. Los festejos decembrinos no son motivo para que los agresores se detengan, 10 mujeres al día siguen siendo asesinadas, siguen desaparecidas, sigue sin haber justicia para las familias de feminicidio, se sigue ejerciendo violencia sexual dentro de las familias que tanto miran estas fechas como una forma de reivindicar sus actos.
El movimiento feminista es el único que nos ha permitido nombrarnos, encontrarnos como sujetas que forman parte de esta sociedad, nos deja entender que nuestros derechos ya no deben ser pisoteados, ni mucho menos rebajados a simples cifras, que nuestro cuerpo no es un objeto, que podemos decidir sobre lo que realmente queremos para nosotras mismas. Nos ha permitido mirar las violencias que vivimos día a día y es nuestro derecho hacerlas notar.
La resistencia es una manera de revolución femenina, que se ha venido dando hace más de 100 años, en 1918 se fundó la Unión Feminista Nacional, en 1920 se crea el primer partido feminista, mismo que llegó a elecciones, así que no es una moda y mucho menos un capricho nuestro; las mujeres formamos parte de un sistema que nos quiere mantener como cuidadoras y creadoras de más hijos sanos para el patriarcado, pero eso no lo queremos más. La resistencia es nuestra forma de avanzar y de modificar ese pensar, porque lo merecemos y sabemos que el sistema patriarcal, no va a dejar sus privilegios nunca, por eso se adapta conforme avanza nuestra resistencia.
Sin embargo, en una sociedad en la que nacer mujer es un delito y sinónimo de opresión, nosotras resistimos desde nuestras trincheras, porque así es como hemos de seguir avanzando, lo personal se ha vuelto político y para nosotras ya no hay marcha atrás, es la única forma en que podremos seguir existiendo, como personas, como humanas, acercándonos con quienes nos hermanamos, porque la reivindicación de las mujeres es nuestro derecho, porque nosotras no somos un mueble, una cosa, ni mucho menos una incubadora y podemos realizar actividades que van más allá de la limpieza en el hogar y el cuidado de hijas o hijos.
Existimos porque resistimos y no daremos ni un paso atrás, no importa que nos digan desquiciadas, locas, feminazis y todos los peyorativos que nos inventen.
