Por Mag Mantilla y Tessa Galeana
Últimamente se habla con persistencia de feminismos —en plural—, cayendo en una terrible confusión conceptual y material que le hace mucho daño a nuestro movimiento y a quienes somos las sujetas del mismo. Se habla de que existen los “feminismos”, porque parece que, de acuerdo al contexto y realidad de las mujeres, necesitan adaptarse a ellas. Sin embargo, no es que existan diversos feminismos, lo que hay son diferentes vertientes del pensamiento feminista y cada una de estas converge en la sujeta primordial del mismo, la mujer. Cabe señalar, que el Feminismo es contextual en tanto que es fluido y dinámico, pero eso no implica que tenga que integrarse al patriarcado para la comodidad de ciertos sectores, sino que su contextualidad es necesaria en tanto a la diversidad de mujeres en el mundo, pero que con todo y dichas diferencias nos une el hecho de coexistir en este, donde impera la cultura que dicta que las mujeres somos inferiores a los hombres.
Sí, sabemos que el feminismo tiene sus orígenes documentados y legitimados por la academia en Europa. No obstante, nosotras que nos nombramos feministas y nos adscribimos a su pensamiento, lexis y praxis, sabemos que lo podemos encontrar de manera ancestral en nuestras regiones, las mujeres que han hecho historia y no solo las reconocidas por la historia oficial, sino también las mujeres de la historia de nuestra propia genealogía. Al paso del tiempo, con el fin de visibilizar todas las realidades existentes de las mujeres, ha sido necesario encontrar herramientas y formas de hablar del feminismo, en singular. El feminismo, es un movimiento histórico, social, político, cultural, que genera una teoría, un pensamiento, una praxis y una perspectiva que a través del pensamiento crítico nos brinda las herramientas para dilucidar las condiciones asimétricas que viven las niñas y las mujeres frente a los hombres y su orden simbólico establecido con lógica de dominación masculina y subordinación femenina.
Hablar de feminismos —en plural—, permite creencias que discriminan a las mujeres y llegan a segmentarlas, dando pie a que no encuentren una identificación feminista como tal, sino a creer que para ellas el feminismo no está disponible y así, se logra que las mujeres, en muchos casos, hablen de corrientes que no existen o no deberían existir, desconceptualizando, y, por ende, despolitizando. Por ejemplo, no entender que el feminismo por sí mismo es radical, por el mero hecho de estar en contra del sistema social establecido generador de toda la matriz imbricada de opresiones: El Patriarcado.
Así, se van generando errores en los conceptos, agregando etiquetas al feminismo, que, en realidad, son una parte de su trayectoria y contribución analítica, más no una identificación del mismo; tal como pasa con la ‘interseccionalidad’, una herramienta y categoría de análisis que funciona para identificar las realidades y contextos de las mujeres —raza, clase, edad, género, contextura corporal, etc.—, con el fin de reconocer las opresiones en esferas específicas en donde las mujeres no estaban siendo tomadas en cuenta.
El feminismo no puede entenderse como diferentes bases teóricas, necesita entenderse con una sola base, que es necesaria para todas con la finalidad de liberarnos del orden simbólico patriarcal y a partir de esa base, se tiene que separar, para que pueda ser entendido y abarcado en todos los contextos y realidades en las que se encuentran las mujeres, incluso desde la individualidad, para poderse llevar a lo colectivo, es decir, vertientes que funcionan para explicar esa base teórica según la diversidad de las mujeres que lo encarnan.
Asimismo, no dejaremos de reconocer nuestra genealogía como feministas mexicanas y latinoamericanas, donde en el contexto de principios de los noventas cuando el feminismo autónomo se pronunció contra la institucionalización de nuestro movimiento fue necesario hablar de feminismo en plural con el fin de distinguir las contextualidades del movimiento feminista. Hoy en día la institucionalización aliada de la posmodernidad ha cooptado y fagocitado ese plural para su conveniencia, utilizándolo para dividir a las mujeres, creando antagonismos entre nosotras, reproducción de discursos misóginos entre mujeres y así, contribuir al borramiento de nuestra específica opresión. Nada que abone a seguir perpetuando el sistema patriarcal, puede atribuírsele al movimiento de las mujeres organizadas para emanciparse del corrosivo orden establecido que sostiene el sistema patriarcal. Reconocer nuestro piso político común no implica borrar nuestras divergencias como personas autónomas que actuamos en colectividad. Porque lo personal es político, el feminismo es un posicionamiento político que tiene como centro que niñas y mujeres gocen de una vida satisfactoria, plena digna y libre de cualquier violencia machista; cosa que ninguna feminista ni ninguna vertiente de nuestro movimiento debería poner en la más mínima duda ni titubeo; abonar a lo contrario de dicho posicionamiento político, solo sigue promoviendo misoginia y patriarcado; y así queridas, así no lo vamos a tirar.
Artículo extraído con autorización de las autoras de: https://letrassubversas.wordpress.com/2021/03/26/feminismo-no-feminismos/
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