Por Azucena Rangel F.
Febrero, mes del amor ¿qué podría salir mal? Pues nada, excepto que nuestra socialización, educación y nuestra vida, desde que somos niñas está orientada a encontrarnos enamoradas, a buscar al hombre que robe nuestro corazón y nuestros suspiros, aquel que nos haga sentir amadas, valiosas y útiles. Y eso es lo que nos ha quebrado el corazón una vez que lo descubrimos y lo analizamos, este choque con la realidad causa conmoción al saber que el amor romántico es una herramienta más del patriarcado y del capitalismo, porque no creemos —o nos gustaría no creer—, que la patriarcalización domina aspectos tan íntimos, pero a la vez tan asombrosamente comunes y cotidianos.
La mujer subsumida, la sumisa que acata las violencias, las tristezas y más en nombre del amor, esa mujer es el modelo perfecto para poder construir una sociedad donde el juego de poder está claro y presente; los hombres al mando, dirigiendo la sociedad y sin disponer de tiempo para un trato amoroso, para acudir a las necesidades afectivas de su esposa e hijos, concentrando sus actividades sólo en ser proveedor, dirigente y sin tiempo para sentimentalismos u ocupaciones del hogar, que también deberían ser su responsabilidad.
Del lado opuesto se encuentra a la mujer que mencionamos antes: abnegada, incondicional, quien sirve a los demás, la que encuentra en la maternidad lo mejor que le puede suceder, siendo siempre un “ejemplo de amor” y de entrega, que da lo mejor de sí para los demás.
La mala mujer
La mujer malvada es aquella que “no ama” (o que no lo hace estereotípicamente), es la que resiste al patriarcado, pero a su vez, desde una perspectiva no romántica, la que se empodera individual y colectivamente, ese es el modelo de mujer que no conviene (al funcionamiento actual de las sociedades) y, por tanto, que se ataca y que se tacha precisamente de eso, de mala, de mujer ingrata, de indeseable.
“(A mí) se me hace inspirador romper esas figuras de «la buena y la mala»”
Nadia LV
Así, durante las dos sesiones del Módulo “Mitos del amor y del desamor”, Nadia nos ayudó a comprender los mecanismos y las herramientas del amor romántico, los mitos que nos atan a esta idea esquemática y llena de drama (media naranja, la monogamia obligada, celos, fidelidad, amor eterno, pasión perpetua y muchos más), y cómo los elementos con que se nos educa —en casa, con el cine, televisión, música, poesía…—, nos van moldeando para crear a fervientes seguidoras de la ilusión, de un “para siempre” que no es realista, y que crea un concepto engañoso y perjudicial de lo que puede en realidad ser el amor.
¿Existen secuelas?
Algunas de las consecuencias más notables del amor romántico no se quedan sólo en la idealización de la otra —u otras— personas. La cárcel que nace a partir de este muchas veces pasa por enfermedades de transmisión sexual, trata de mujeres, pérdida de la libertad (de muchas formas posibles), llegando al suicidio, o también al gran cáncer que enfrenta México en la actualidad y que no se logra ni concebir en su total dimensión, ni atender por falta de voluntades políticas, el feminicidio.
Amor deconstruido ¿es posible? ¿existe?
La ilusión se rompe o “el amor acaba”. El amor no romántico puede parecer utópico no sólo a nivel personal, sino a nivel universal, después de todo ¿cómo puede ser imposible que exista el amor que las princesas de cuento tuvieron, o el que Hollywood nos acercó en la infancia, adolescencia y adultez?
Un amor deconstruido implica un análisis, una crítica a las construcciones mentales con un arraigo muy fuerte en nuestra persona e implica repensar nuestras relaciones ya no solamente sexo-afectivas, sino nuestras relaciones humanas en general. Pensar que es posible un amor que no es abusivo o valiente, violento o eterno, nos salva a nosotras mismas de una “autodestrucción” y nos acerca más a nuevas relaciones más sanas, amorosas y libres.
#SomosLuna