Por Alma Rodríguez
Sin anunciarse feminista, Elena marcha entre las filas de quienes buscan mejorar la calidad de vida de otras mujeres aportando experiencias y saberes al crecimiento de las demás: un día se fue a vivir al campo, y desde alguna montaña verde recuperó aquel vínculo con el que las personas llegamos al mundo pero que extraviamos al desenvolvernos en un entorno neoliberal y capitalista.
Ella es una mujer-medicina, de aquellas que saben los nombres de las plantas y conocen la manera de extraer sus mejores cualidades para curar dolencias y purificar energías. También sabe que la alimentación y el conocimiento de nuestra anatomía y procesos corporales, son cruciales para mantener el equilibrio físico y sanar padecimientos alojados de tiempo atrás. “Cuando ponemos atención a nuestra alimentación, todos nuestros procesos físicos cambian y el cuerpo se purifica. Es importante observar y cuidar el cuerpo propio, es la mejor manera de prevenir enfermedades”, nos dice.
Medicina ancestral
Es bien sabido que la medicina se desarrolló en torno y a conveniencia de los cuerpos masculinos; no es extraño que en el medio de la medicina moderna haya tantos huecos, ignorancia y desconsideración hacia las cuerpas de las mujeres ¿Cómo es que la medicina moderna puede tratarnos a todas con los mismos medicamentos sin tomar en cuenta nuestra alimentación y características propias e individuales? “Todo lo que se crea médicamente está en nuestra contra”, nos recuerda Ele mientras le da vueltas a asuntos aún sin resolver como el daño que la hormonización hace a las mujeres -incluso llegando a provocar infertilidad.
“Las invito a que ustedes sean su propia medicina: cambiar la alimentación y no confiar ciegamente en la medicina normalizada”.
Botiquín medicinal
Así que la medicina ancestral -que por cierto fue la que aportó las bases de la medicina moderna- es una alternativa natural para encontrar remedio a desequilibrios y enfermedades sin generar daños colaterales (por ejemplo, los antibióticos eliminan por igual a las bacterias y flora buena y mala, dejándonos sin defensas y destruyendo el proceso digestivo natural).
Y sin más preámbulos, Elena se dedicó a contarnos sobre las prácticas que las mujeres de antes han mantenido vivas hasta nuestros días: nos contó sobre la siembra de la luna, una antigua ofrenda para nutrir a la tierra que contempla cuidar todo lo que comemos, bebemos, sentimos y escuchamos para ofrecerle sólo lo mejor de nosotras (y que implica una autoconciencia constante). El diario menstrual resulta ser un buen método para entender el ciclo hormonal y las reacciones que este nos provoca. Las vaporizaciones vaginales son mezclas de plantas medicinales que aportan bienestar en el cuerpo femenino y ayudan a liberar energías externas. El huevo yoni es una práctica ancestral que genera conexiones con información guardada en lo más profundo de nuestra mente.
“Siempre existe una planta en tu territorio que te puede sanar”
El momento más lúdico y emocionante se desarrolló entre plantas y frascos de colores, donde mientras todas las asistentes hacíamos nuestras propias tinturas en casa, supimos que la osha es una raíz que sana el corazón y que ayuda a las mujeres que van saliendo de estancamientos emocionales; que la flor de loto representa transformación, salud emocional, del corazón, del cuerpo y de la mente, y que sirve para contrarrestar la depresión interna ayudándonos a florecer y brillar. También aprendimos que la frambuesa desbloquea la comunicación, conecta con las ancestras, arregla desequilibrios menstruales y ayuda a oxigenar; que la manzanilla alivia dolores y equilibra la salud sexual, menstrual y estomacal. El diente de león conecta con lo salvaje, desintoxica hígado, riñón e intestinos y ayuda a aumentar el impulso (si hay dificultad de emprender algo); y la caléndula aumenta el sistema inmune, ayuda a quitar las manchas en la piel y equilibra proceso menstrual y digestivo.
La sensación de aquelarre fue compartida a distancia. Algunas sintieron por primera vez una conexión con las plantas, otras reafirmaron sus conocimientos botánicos y varias más nos interesamos por saber más sobre lo que debimos saber desde siempre: el vínculo de las mujeres y la naturaleza para sanarse a una misma y a las demás.
Con estos conocimientos empezamos el cierre de nuestro ciclo en Luna. Qué afortunadas de poder ver que nuestra formación y lucha feminista tiene sombras contrastadas por muchas luces como las que pudimos ver en este módulo. Ya no estamos solas. Así ha de sentirse el poder hacer magia.